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Árabes y descendientes, se pueden encontrar por todo Patronato. Sus inconfundibles rasgos y escandalosos gritos, los hacen únicos dentro de un barrio que día a día aumenta su matiz cultural. Fueron pioneros del comercio en el barrio a fines de los años 50, cuando los chilenos ni siquiera asomaban las narices por esos lados. Nicolás Jadue, es uno de ellos. Palestino que vivió años de gloria y éxito en el sector, pero que hoy ve con nostalgia como todo aquello ya es parte del pasado.
En Patronato coexiste un matiz cultural sorprendente. Coreanos, árabes y chilenos conviven y compiten en un barrio que a diario aumenta en su popularidad. Pero de las colonias extranjeras, las más grande es la Palestina. Con más de 400 mil integrantes, constituye una comunidad de fuerte influencia en nuestro país, especialmente en ámbitos como la cultura y negocios. Pero la migración masiva y a gran escala se concretó tras la Segunda Guerra Mundial y la partición de Palestina en 1948. Muchos, alentados por el éxito de sus conocidos y parientes, decidieron establecerse en la zona de patronato en búsqueda del éxito y estabilidad. Éxito que llego definitivamente en los años 50, cuándo las primeras familias (Yarur, Abuwad, etcétera) comenzaron a ver el fruto de sus ventas.
“¡Somos pocos ya los que quedamos acá!”, dice mientras mira y mira, sin encontrar con quien compartir un agradable café negro. Melancólico y dejando de mover, por un rato, el Mesbaj de 33 piedras que representan la edad de Jesús, decide ingresar a la Iglesia Ortodoxa de San Jorge, en calle Santa Filomena. Entre gritos y efusivos abrazos lo sale a recibir Fahin Squesieh, encargado del templo, quien con un acento árabe aún muy marcado, le convida pan sagrado que sobró de la misa del domingo. Al ingresar, se sienta en uno de los sillones de la oficina principal y de inmediato, comienza a recordar aquellos años en que Patronato era propiedad de amigos y familiares. Aquel tiempo en que todo sabía y olía a árabe.
Llegó desde Palestina junto a sus padres en 1954, siendo una de las familias pioneras en el negocio árabe de Patronato. Menor de ocho hermanos, comenzó a vivir sus primeros años en Chile sumido en el negocio de confección de camisas, propiedad de la familia. Quizás, por lógica, desde ese instante desarrolló un gran gusto por los negocios. Satisfacción que se concretó a los pocos años, cuando instaló sus 15 talleres de casacas “Mondana” en el sector. Es un cristiano ortodoxo devoto y fiel a sus tradiciones, al igual que gran parte de los árabes que deambulan por las calles del sector. Y es que la Iglesia Ortodoxa de San Jorge, es uno de los pocos lugares de encuentro con tradición que aún quedan en el barrio. “El árabe es gritón, alegón, pero muy fiel a sus tradiciones y a sus paisanos. Me gusta la idea de que aunque la mayoría ya está vendiendo sus negocios por aquí, continúen asistiendo con frecuencia al templo”, comenta el Padre Ignacio, sacerdote de la Iglesia.
Pasada la media hora, se reincorpora y se dirige hasta su amigo Fahín. En una intrigante y extraña mezcla de árabe- español, ambos comienzan a gritar y sonreír. Tienen hambre, la tarde avanza y un plato de Shawarma no les haría mal. Entran al “Abu El Kef”, el restaurante más cercano a la iglesia. Está lleno de paisanos y amigos. Comienzan a surgir nuevamente los gritos, las risas y los saludos de mesa a mesa. Corren por el local los platos con dulce de Almíbar y hoja de parra rellena. Mientras el ruido de los servicios y de los paisanos repletan el pequeño local, Nicolás Jadue recuerda aquellos años en que todo era perfecto. Parecía que la amada Palestina se trasladaba hasta las calles de Patronato. “¡No! Con chileno siempre existió buena relación. Muchos de ellos ahora son grandes, como se dice, empresarios. Y lo bueno que tienen, es que son muy agradecidos, no son olvidadizos con quien los ayudó”, comenta Nicolás.
Pero como dicta el dicho, nada es para siempre. Y es que con el éxito obtenido por los emigrantes, se observó la llegada de coreanos y chinos deseaban correr la misma suerte. Ya para principios de los `90, el grito del árabe ofreciendo sus productos en plena calle, era reemplazado por el silencio y hermetismo del nuevo visitante. Las importaciones coreanas comenzaron a ganar terreno y la producción casera se hizo cada vez más insostenible. Los productos hechos a mano perdieron total terreno. Hoy, la mayor parte de los árabes, viven del arriendo de los locales que en algún momento fueron su punto de encuentro y trabajo.

Según explica Carlos Abuslme, Presidente de la cámara de comercio de patronato, el fenómeno coreano llegó con fuerza gracias al producto sintético, su bajo costo de producción y venta. Los productos árabes son de verdadera calidad explica, y se volvió difícil costear la mano de obra que los confeccionara. Sin embargo, comenta que pese a que ya muy pocos paisanos mantienen sus negocios, el árabe jamás se irá de Patronato. Las costumbres y raíces seguirán allí. “El paisano seguirá presente. Vendiendo, arrendando, haciendo cualquier negocio. Además si tú te fijas, la gente asocia a Patronato con nosotros. Estamos presentes siempre”, declara Carlos Abusleme.
Comienza a atardecer y con lentitud, Patronato deja de lado el bullicioso y agitado día. Jadue mira el reloj y decide irse. A sus 63 años le esperan en casa sus tres hijos y mujer. Con un efusivo abrazo y un fuerte ¡Salam! (adiós en árabe) se despide de su amigo Fahin. Con sus lentos pasos deja atrás los gritos y el olor a incienso. Él es un reflejo más, de los tantos paisanos que hoy ven aquellos años de gloria como lo que son: un bonito y lejano recuerdo. Mañana le espera otro día. Otra tarde recorriendo las calles de un barrio, que contario a otros años, sólo lo acoge para brindarle largas y amenas caminatas.
Comienza a atardecer y con lentitud, Patronato deja de lado el bullicioso y agitado día. Jadue mira el reloj y decide irse. A sus 63 años le esperan en casa sus tres hijos y mujer. Con un efusivo abrazo y un fuerte ¡Salam! (adiós en árabe) se despide de su amigo Fahin. Con sus lentos pasos deja atrás los gritos y el olor a incienso. Él es un reflejo más, de los tantos paisanos que hoy ven aquellos años de gloria como lo que son: un bonito y lejano recuerdo. Mañana le espera otro día. Otra tarde recorriendo las calles de un barrio, que contario a otros años, sólo lo acoge para brindarle largas y amenas caminatas.