sábado, 26 de junio de 2010

Cosa de tiempo


Más de un año. Sí, hace más de doce meses que no sentía la calma que hoy por fin siento.Recuerdo como tiempo atrás todo se volvía difícil, angustiante. Días que me parecían eternos y semanas que tomaban su tiempo en irse. Un año de pérdidas, dolor, desgano. Ese que quería que acabara pronto, pero como un capricho de la vida, se demoraba en pasar. Caminaba con un peso sobre mis hombros y con dudas que en vano intentaba responder. Me desilucioné de varios a los que creí amigos y había dejado que el hombre al que más había amado, se fuera de mi lado. Por estúpida, por decir tanto sin pensar en las consecuencias. En poco tiempo había perdido demasiado.

Un día no pude más y llorando me tendí sobre las piernas de mi mamá. Una mujer sabia, admirable y única. La misma que acariciando mi pelo me dijo: "hija, tranquila, el tiempo pasa y la gente buena es la que siempre triunfa". Me pidió que callara y que la rabia no me conquistara. Que el amor de verdad no se deshacía fácil y que cuando el otro ama, siempre regresa. Frases y consejos que no me hacían sentido; palabras que no me daban el consuelo que tanto buscaba. Pero le hice caso y el tiempo poco a poco comenzó a convertirse en mi amigo. Lo evitaba, pero sin darme cuenta se transformó en mi aliado. Así, a finales del año pasado comenzaba por fin el cambio que tanto quería. Ingresé a Chilevisión en busca de la anhelada práctica y conocí gente maravillosa. Amigos que hasta hoy conservo y que hicieron esos días inolvidables. Salidas a terreno agotadoras, pero con camarógrafos y choferes encantadores. Semanas precedidas por elecciones presidenciales y un gobierno de derecha, que después de más de 20 años, volvía al poder.

Sin embargo, el punto crucial y de partida fue el terremoto. Sí, suena ilógico, pero esa madrugada del 27 de febrero marcó un antes y después. En medio de los gritos, del miedo y la desesperación que sentía al estar completamente sola mientras todo se movía, vinieron a mi cabeza las personas más importantes. Mi madre, la primera, a quién fui a buscar corriendo a nuestro departamento. Aún siento ese abrazo. La apreté tan fuerte, que casi la desarmo. En pocos minutos pude abrazar al resto de mi familia y por otros, supe que algunos de mis amigos se encontraban bien. Pero alguien me tenía intranquila, nerviosa. Sí, era él. El hombre que había perdido hace algunos meses. El amor que se me había escapado de las manos. Esa noche entendí lo que realmente significa un 'te amo'; cuánto pesan los años de relación incondicional. Y parece que él también lo entendió, porque en medio de mi angustia, de la gente que desesperada corría de un lado a otro, apareció. Sí, como una película. Lo divisé en medio del tumulto afligido y corrí sin pensar en nada más. Lo abrazé y le dije todo lo que tenía guardado desde hace tantos meses. No dejaba de mirarlo y con sopresa escuchaba cómo, en un esfuerzo inmenso, había cruzado toda la ciudad para verme, pidiéndole a desconocidos que lo llevaran es sus autos hasta mi casa.

Allí estaba, una de las personas qué más amo y he amado. Con quien aprendí que en pareja los errores son mutuos y las culpas también. Que el tiempo puede ser una carga, pero un aliado para quienes realmente están predestinados. El hombre con quién, sin pensarlo, decidí pasar parte de mi Año nuevo. El que muchas veces me llamó, pero se quedaba callado al otro lado de la línea; al que me lo topé, como una jugarreta del destino, aquella noche en el Liguria. A quien esperé, convencida de que algo como lo nuestro no se acababa tan fácil.

Hoy me río y decifro cada cosa que nos pasó mientras estábamos separados. Esos encuentros, esas llamadas en las que sólo buscábamos escuchar la voz del otro. Todo, todo me hace sentido. Me siento feliz, calmada, intentando poco a poco canalizar aquello que me hizo mal y perdonando a quienes me fallaron en el camino. Todo vuelve a su lugar. Anoche -quizás por eso me decidí a escribir- mi mamá vino hasta mi pieza y sonriendo me dijo: "Viste ¿Recuerdas lo que te dije un año atrás? Sonríe negra, que Dios tarda pero responde". Y sí, vaya que respondió. Estoy dichosa, con motivos de sobra para sonreír y sin esa carga que sentía en mi cuerpo hace algún tiempo. Conservo a mis verdaderos amigos, a mi familia y a la tuya, que nunca dejó de preocuparse por mí, incluso, cuando estábamos separados. Y te conservo a tí, a quién no necesito decirle más por estas vías. Lo sabes todo. Eres mi apoyo, mi respaldo, mi ilusión, mi amor. Nunca dejaste de serlo; nunca dejamos de serlo el uno para el otro.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

Nostalgia árabe en Patronato

Parado en calle Santa Filomena, del barrio Patronato, planea qué hacer y con quién compartir el resto de la tarde. Ya es mediodía y moviendo incesantemente el Mesbaj de 33 piedras que lleva entre sus manos, busca entre la gente a algún conocido que lo quiera acompañar. Tiene tiempo de sobra y nada importante por hacer. El trabajo se acabó y ya no hay nada que vender. El éxito se esfumó con el tiempo y ahora, sólo debe pensar en como vivir el resto de sus días.
_________________________________________________________

Árabes y descendientes, se pueden encontrar por todo Patronato. Sus inconfundibles rasgos y escandalosos gritos, los hacen únicos dentro de un barrio que día a día aumenta su matiz cultural. Fueron pioneros del comercio en el barrio a fines de los años 50, cuando los chilenos ni siquiera asomaban las narices por esos lados. Nicolás Jadue, es uno de ellos. Palestino que vivió años de gloria y éxito en el sector, pero que hoy ve con nostalgia como todo aquello ya es parte del pasado.

En Patronato coexiste un matiz cultural sorprendente. Coreanos, árabes y chilenos conviven y compiten en un barrio que a diario aumenta en su popularidad. Pero de las colonias extranjeras, las más grande es la Palestina. Con más de 400 mil integrantes, constituye una comunidad de fuerte influencia en nuestro país, especialmente en ámbitos como la cultura y negocios. Pero la migración masiva y a gran escala se concretó tras la Segunda Guerra Mundial y la partición de Palestina en 1948. Muchos, alentados por el éxito de sus conocidos y parientes, decidieron establecerse en la zona de patronato en búsqueda del éxito y estabilidad. Éxito que llego definitivamente en los años 50, cuándo las primeras familias (Yarur, Abuwad, etcétera) comenzaron a ver el fruto de sus ventas.

“¡Somos pocos ya los que quedamos acá!”, dice mientras mira y mira, sin encontrar con quien compartir un agradable café negro. Melancólico y dejando de mover, por un rato, el Mesbaj de 33 piedras que representan la edad de Jesús, decide ingresar a la Iglesia Ortodoxa de San Jorge, en calle Santa Filomena. Entre gritos y efusivos abrazos lo sale a recibir Fahin Squesieh, encargado del templo, quien con un acento árabe aún muy marcado, le convida pan sagrado que sobró de la misa del domingo. Al ingresar, se sienta en uno de los sillones de la oficina principal y de inmediato, comienza a recordar aquellos años en que Patronato era propiedad de amigos y familiares. Aquel tiempo en que todo sabía y olía a árabe.

Llegó desde Palestina junto a sus padres en 1954, siendo una de las familias pioneras en el negocio árabe de Patronato. Menor de ocho hermanos, comenzó a vivir sus primeros años en Chile sumido en el negocio de confección de camisas, propiedad de la familia. Quizás, por lógica, desde ese instante desarrolló un gran gusto por los negocios. Satisfacción que se concretó a los pocos años, cuando instaló sus 15 talleres de casacas “Mondana” en el sector. Es un cristiano ortodoxo devoto y fiel a sus tradiciones, al igual que gran parte de los árabes que deambulan por las calles del sector. Y es que la Iglesia Ortodoxa de San Jorge, es uno de los pocos lugares de encuentro con tradición que aún quedan en el barrio. “El árabe es gritón, alegón, pero muy fiel a sus tradiciones y a sus paisanos. Me gusta la idea de que aunque la mayoría ya está vendiendo sus negocios por aquí, continúen asistiendo con frecuencia al templo”, comenta el Padre Ignacio, sacerdote de la Iglesia.

Pasada la media hora, se reincorpora y se dirige hasta su amigo Fahín. En una intrigante y extraña mezcla de árabe- español, ambos comienzan a gritar y sonreír. Tienen hambre, la tarde avanza y un plato de Shawarma no les haría mal. Entran al “Abu El Kef”, el restaurante más cercano a la iglesia. Está lleno de paisanos y amigos. Comienzan a surgir nuevamente los gritos, las risas y los saludos de mesa a mesa. Corren por el local los platos con dulce de Almíbar y hoja de parra rellena. Mientras el ruido de los servicios y de los paisanos repletan el pequeño local, Nicolás Jadue recuerda aquellos años en que todo era perfecto. Parecía que la amada Palestina se trasladaba hasta las calles de Patronato. “¡No! Con chileno siempre existió buena relación. Muchos de ellos ahora son grandes, como se dice, empresarios. Y lo bueno que tienen, es que son muy agradecidos, no son olvidadizos con quien los ayudó”, comenta Nicolás.

Pero como dicta el dicho, nada es para siempre. Y es que con el éxito obtenido por los emigrantes, se observó la llegada de coreanos y chinos deseaban correr la misma suerte. Ya para principios de los `90, el grito del árabe ofreciendo sus productos en plena calle, era reemplazado por el silencio y hermetismo del nuevo visitante. Las importaciones coreanas comenzaron a ganar terreno y la producción casera se hizo cada vez más insostenible. Los productos hechos a mano perdieron total terreno. Hoy, la mayor parte de los árabes, viven del arriendo de los locales que en algún momento fueron su punto de encuentro y trabajo.


Según explica Carlos Abuslme, Presidente de la cámara de comercio de patronato, el fenómeno coreano llegó con fuerza gracias al producto sintético, su bajo costo de producción y venta. Los productos árabes son de verdadera calidad explica, y se volvió difícil costear la mano de obra que los confeccionara. Sin embargo, comenta que pese a que ya muy pocos paisanos mantienen sus negocios, el árabe jamás se irá de Patronato. Las costumbres y raíces seguirán allí. “El paisano seguirá presente. Vendiendo, arrendando, haciendo cualquier negocio. Además si tú te fijas, la gente asocia a Patronato con nosotros. Estamos presentes siempre”, declara Carlos Abusleme.

Comienza a atardecer y con lentitud, Patronato deja de lado el bullicioso y agitado día. Jadue mira el reloj y decide irse. A sus 63 años le esperan en casa sus tres hijos y mujer. Con un efusivo abrazo y un fuerte ¡Salam! (adiós en árabe) se despide de su amigo Fahin. Con sus lentos pasos deja atrás los gritos y el olor a incienso. Él es un reflejo más, de los tantos paisanos que hoy ven aquellos años de gloria como lo que son: un bonito y lejano recuerdo. Mañana le espera otro día. Otra tarde recorriendo las calles de un barrio, que contario a otros años, sólo lo acoge para brindarle largas y amenas caminatas.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Presos de incertidumbre


Mamá de Esteban y Pablo Rojo, protagonistas de un hecho policial a principios del 2008, Jeanette se ha convertido en el epicentro de todas las miradas. Esas que la describen como celosa, mentirosa y le acusan de matar al menor de sus hijos. Una mujer que hoy arriesga cadena perpetua calificada y que pese a los cargos de parricidio y parricidio frustrado, aún no acreditados, cuenta con el apoyo y credibilidad absoluta de su familia y esposo.
________________________________________________________

Viernes 22 de Mayo. Los pasajes que componen la villa Capilla 7 de Puente Alto vuelven a llenarse de gente, dejando atrás el descanso otorgado por el festivo 21 de mayo. Niños jugando en las estrechas calles, vecinos hablando de una puerta a otra y casas apareadas totalmente iluminadas, llenan de normalidad al entorno. Sin embargo, La casa ubicada en el Pasaje Punta Arenosa 1675, marca la diferencia. Deshabitada, oscura y foco de atracción para cualquiera que pasa, se ha convertido en el recuerdo de un doloroso suceso. El lugar que conmemora aquel 17 de enero del 2008 cuando Esteban Rojo (8) y su hermano Pablo (15), fueron protagonistas de un hecho policial, que hasta ahora, no tiene inculpados.


Jeanette Hernández (39) o la ‘Jenny’ como la apodan sus cercanos, ha debido enfrentarse en el último año a situaciones familiares que han marcado su vida. Nueve meses antes de que ocurriera la muerte del menor de sus hijos y el otro fuese encontrado inconciente en el segundo piso de la casa, Jeanette sufrió el fallecimiento de su madre. Una muerte que caló profundo en su estado de ánimo, pero que no era evidente para el resto de las personas. “Al otro día del funeral, la vimos súper calmada y normal. De hecho, altiro se puso a trabajar”, recuerda Juan Carlos Paredes, ex vecino del matrimonio.



Apegada y regalona de su padre Juan Hernández, terminó su educación en el colegio “Valle hermoso” de Peñalolén con promedio 6.0 y era destacada por su orden, correcto carácter y apego a los valores enseñados por sus padres. Costumbre que se mantuvo cuando contrajo matrimonio con su primer marido hace más de 20 años, pues nunca dejó de llamar a sus papás y optaba por pasar los fines de semana en casa de familiares junto a su pareja y su primer hijo, Cristián Santis Hernández. Al tiempo de casada, los problemas se hicieron presentes. Según comentan algunos cercanos, los celos, reproches y frecuentes peleas gatillaron en la separación.
Pero al poco tiempo Jeanette conoció al que muchos indican, como el gran amor de su vida: Pablo Rojo (41), mecánico de una empresa automotora en Quilicura y aficionado de la música. Algunos cercanos de la villa, comentan que para ella fue a amor a primera vista.

Celos, mentiras y fracaso.


Pero la que parecía una perfecta unión, en los últimos tres años comenzó a decaer. Episodios de celos, peleas y amenazas de suicidio por parte de Hernández, marcaron poco a poco el quiebre de la relación. En el 2007, sumido en su amor por la música y su pasión que lo llevó a integrar muchos grupos de folklore, Pablo Rojas conoció a Myriam Raquel Peña Duarte (33) “La gaviota de Puente Alto”, una cantante de rancheras que tenía un local cerca de la peluquería “Marcela”, lugar donde trabajaba Jeanette y que se ubica en el edificio Caracol, frente a la plaza de Puente Alto. Se llamaban a sus respectivos trabajos y se juntaban a cantar, hasta que un día Jeanette Hernández descubrió la relación. Como consta en una de las declaraciones hechas por Myriam a la Fiscalía Metropolitana Sur- en el marco de esta investigación- su relación se enmarcaba sólo en un lazo profesional, gracias al gusto que ambos tienen por la música tradicional. "Lo conocí en el caracol de Puente Alto y nos unió la cuestión musical. Fue mi primer representante y me ayudó mucho en mi carrera. Incluso mi primer CD se lo dediqué a él (…) ella nunca me reprochó nada y hasta nos acompañaba a los recitales junto a Pablito. Ella no lo perdía de visita ni a sol ni a sombra” (Myriam Peña Duarte, Enero 2009, Fiscalía Metropolitana Sur) Simultáneamente, Pablo Rojo comenzaba a sostener fuertes discusiones con Jeanette generadas por las deudas que, a causa de ella, empezaban a aparecer. En noviembre de ese año el Banco Estado notificó a los Rojo Hernández sobre el atraso en 10 dividendos de la casa que habían adquirido hace tres años en la Villa Capilla 7. Frente a la gerente de la sucursal de Puente Alto y de su esposo, Hernández desmintió los datos, pero no logró presentar los comprobantes que acreditaban sus dichos. De regreso a casa, Jeanette le contó que un desconocido la había violado y robado el dinero de los dividendos, junto con amenazarlos a todos de muerte si lo denunciaban. Pero ante la desesperación de su esposo, a los pocos días reconoció su mentira y confesó que uso el dinero para pagar las deudas que quedaron de una peluquería que montó años atrás, pero que no logró sostener en el tiempo.

Paralelo a la relación de Pablo Rojo Hernández con "La Rancherita", Jeanette comenzó a protagonizar varios episodios suicidas. Por ejemplo en octubre de 2007, mientras los niños estaban acostados, comenzó a despedirse y a pedir perdón por lo que iba a hacer. Luego, movió los muebles y amarró un cordel a la escala, pero a los minutos- al parecer- se arrepintió de la decisión.“Jeanette me dice que quiere ver la página Web de Myriam. Traté de impedirlo porque sabía que se iba a alterar. La dejé en el computador y fui a la cocina. En ese momento ella se me vino encima y me dio un golpe en la espalda. Decía que todo era mi culpa, por andar haciendo leseras con la Miriam, y que por eso pasó lo de los niños". (Pablo Rojo Hernández, Enero 2009, Fiscalía Metropolitana Sur)

El peor de sus días
El jueves 17 de enero de 2008, cerca de las 21:00 Jenny y Pablo llegaron a su hogar, encontrando a los dos niños tendidos en el suelo. Uno de ellos muerto y el otro agonizante, tras ser golpeado en la nuca. Esteban- al parecer- se encontraba viendo televisión en el living de la casa y Pablo, se hallaba jugando en el segundo piso del inmueble. El primero murió en el lugar, pero su hermano logró sobrevivir. Sin embargo, el daño neurológico fue severo, por lo que su declaración aún es clave para la resolución de este caso. La tesis que se manejaba en ese entonces era un posible robo sin embargo, las sospechas comenzaron a crecer cuando en la casa no se halló indicios de sustracción, y se encontraron los objetos de valor en perfecto estado. Desde ese momento, el caso comenzó a dar un giro y las sospechas se volcaron hacia Jeanette.
Los fiscales a cargo del caso y la policía de investigaciones, empezaron a fijarse en las constantes contradicciones de Hernández, quien cambiaba sus versiones y no lograba acreditar la rutina ejecutada ese jueves 17 de enero. Por ejemplo, el día del crimen, debía abrir la peluquería “Marcela” cerca de las 10 de la mañana y sin embargo, lo hizo las 14:20 horas (caminando, demoraba 40 minutos en llegar). Marcela Marín la increpó y se excusó aduciendo que había almorzado con sus hijos. Éste, es uno de los puntos que hasta el momento condenan a Jeanette, pues el vaciamiento gástrico de Esteban realizado por el Servicio Médico Legal (SML) mostró que no había ingerido alimento antes de morir. También, la personalidad de la mujer de Rojo sumado a los datos aportados por cercanos, se volvió en el foco de atención para los investigadores del caso. Sus constantes celos, el miedo de perder a su marido y la obsesión que demostraba por Pablo, jugaron en su contra. Hasta ahora, los fiscales del caso Pedro Sabaj y Patricio Vergara, mantienen la hipótesis de que el móvil del homicidio se respalda en una celopatía, gatillada por los rumores de la relación e infidelidad que habrían sostenido Pablo Rojo y la “Rancherita” Myriam Peña.
"En diciembre, mi padre dijo que estaba aburrido, cansado y un poco chato, me dijo que había soportado bastante y que decidió decirle a mi mamá que tenía otra mujer, para ver cómo reaccionaba (...). Antes de la navidad, pasé a ver a mi madre y me dijo que estaba mal, que mi padre tenía otra y que quería tirarse al Metro o ahorcarse" (Cristián Santis Hernández, Enero 2009, Fiscalía Metropolitana Sur).
Así, Jeanette pasó de víctima a victimaria, siendo procesada por los delitos de parricidio y parricidio frustrado, por lo que arriesgaría cadena perpetua calificada (40 años). Ya en cárcel, ha sido sometida ha distintas evaluaciones siquiátricas y sicológicas. En los informes redactados por los sicólogos de la institución policial, se describe a la mamá de los hermanos Rojo como una mujer con trastorno siquiátrico producto de celos hacia su marido. Un perfil con tendencias suicida, narcisista, facilidad para mentir y un posible cuadro de síndrome de “Medea” el cuál la habría llevado a cometer el crimen, con el propósito de llamar la atención de su marido a través del sufrimiento de sus hijos. Además, a muchos les extraña que no haya sufrido estrés postraumático después de la muerte de su hijo, cuadro común en todas las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido.

Hoy, Jenny sigue encerrada en el Centro de Orientación Femenino de San Joaquín. En aislamiento y a cargo de dos gendarmes para evitar un suicidio, se comporta de forma normal. Ve televisión, se maquilla y mantiene arreglada en lo posible. Tiene buena relación con las gendarmes, come bien y no ha mostrado ninguna emoción que permita prever algo. Su hijo mayor, único sobreviviente de la tragedia, sigue en recuperación en la casa de sus abuelos paternos. Según gente cercana a la víctima, va en franca recuperación, por lo que en cualquier momento podría entregar información clave para esclarecer este estremecedor y enigmático caso. Ese que aún tiene a Jeannette tras las rejas, y que la convirtió en la protagonista de uno de los hechos policiales que han marcado nuestra historia.

viernes, 30 de octubre de 2009

Cuestión de honor


Reemplazan las pelotas de fútbol por elaboradas mallas y los videojuegos por delicadas zapatillas de ballet. Aman la danza y sacrifican estudio, amistades y familia para practicarla. Sin embargo, a temprana edad, cargan con el peso del estigma social. Aquél que sin motivos los encasilla y califica de afeminados. Niños como Rodrigo Catalán, que contra viento y marea se preparan a diario en la Escuela de Ballet del Teatro Municipal, para demostrar que el baile clásico no es sólo asunto de niñas.
__________________________________________________________


En la sala de clases parece que el tiempo se detuviera. Son pasadas las cinco de la tarde y en las afueras de calle Moneda el ajetreo santiaguino no para, sin embargo, las altas ventanas del salón cubiertas por oscuras cortinas aíslan a cualquiera de la fría rutina otoñal. Mientras el tic tac del viejo reloj en la muralla marca los minutos, los ocho alumnos de la sección pre- primaria comienzan a elongar sus finas y musculosas piernas. Nadie habla, ninguno comenta nada con alguien. Como inmersos en su propio mundo, cada niño se preocupa de sí mismo. Con la mirada paralizada en el reloj esperan ansiosos la llegada de alguien mientras sentado en un rincón, Rodrigo (12) se distrae haciendo muecas en el extenso espejo de la habitación. De pronto el silencio se ve interrumpido por dos fuertes y breves aplausos.

– ¡De pie señores!– grita Macarena Montecinos, maestra y ex integrante de la Escuela. El agotador ensayo de dos horas comenzó. “Fermé, paralelo y sostengo” indica suavemente Macarena, mientras las angostas caderas y finos pies de los bailarines se mueven al compás del antiguo piano apostado en la esquina. A medida que el pianista saca velozmente una decena de partituras de su carpeta, la sala se funde en ejercicios, melodías e indicaciones de baile en perfecto francés. Los delicados saltos de Rodrigo rebotan como una pluma en el suelo. Sus finos pies casi no rozan la fría madera. La noche cae y adentro el baile se encarga de obviar cualquier realidad.
.Atípica elección.·
Bailar en Chile es una odisea. Son pocos los que se atreven a luchar contra los años de intensa preparación y sacrificio. En nuestro país es proeza de unos pocos. La carrera de un bailarín clásico comienza a los diez años y recién pasado los veinte, se puede acceder a las audiciones para pertenecer al Ballet principal. El camino para lograrlo es complicado. Muchos no soportan las estrictas condiciones de la profesión. Sin embargo, quienes deciden dedicar su vida al arte de la danza pueden aspirar a sueldos superiores a los 500 mil. Si se consigue el preciado puesto de primer bailarín la tarifa sube a los 900 mil, llegando en ocasiones a un millón 300. La suma es tentativa, pero quienes la reciben son aquellos que llevan años de oficio y un currículum de importantes presentaciones que los respaldan. El costo económico también es alto. Por ejemplo, cada zapatilla de punta puede costar desde 5.600 pesos hasta 26 mil, dependiendo de la calidad del material y su origen de fabricación. El peso y la apariencia física, entre otras cosas, es algo que no se tranza. Los hombres no deben exceder los 65 kilos y las mujeres, ojalá, los 55. Las reglas son claras y quien no cumpla lo estipulado es rechazado. Cuerpos con más peso de lo requerido, con pie plano, caderas torcidas, no sirven.
.Los niños juegan, no bailan.·
– Mi papá me decía que me dedicara a jugar fútbol y no a cosas de niñita – recuerda Rodrigo, mientras arregla la punta desgastada de su zapatilla – y yo me ponía a llorar. Pero bueno, es lo que me gusta. Más tonta es la gente que cree cosas que no son.
Rodrigo cursa séptimo básico, en el colegio Tantauco de El Bosque. Comenta que en un principio sintió el rechazo de sus compañeros, especialmente cuando no se sumaba a las típicas pichangas de recreo. Pero con el tiempo, se dedicó a demostrarles que era igual de hombrecito que ellos y que el bailar no lo hacía distinto. Sabe que hay muchos casos de homosexualidad en el rubro y que los prejuicios sobre la figura del bailarín abundan. Sin embargo los asume con naturalidad.
Hoy, centra sus fuerzas en mantener su promedio de notas en el colegio y responder en la Escuela. Quiere seguir allí y transformarse algún día quizás, en el primer bailarín del Teatro Municipal. Condiciones y ganas tiene. Pero el camino para llegar a lograrlo es bastante largo.
Mientras su madre aguarda afuera, Rodrigo retoma las instrucciones de la maestra. Su cabellera rubia se pierde entre sus morenos compañeros. De vez en cuando se mira coquetamente al espejo y arregla con cuidado la ajustada camiseta blanca. Sus ojos verdes observan con cuidado lo explicado, mientras de reojo vuelve a mirarse en el espejo. “Bob esponja, ¡ya pué, deje de mirarse! Parece que le voy a tener que regalar un espejo particular”, le grita desde el fondo la profesora. Entre risotadas sus compañeros lo miran pero a los pocos segundos, como hipnotizados, dirigen sus miradas hacia la joven, esbelta y morena mujer que tienen enfrente.
Rodrigo, con las mejillas a punto de explotar con lo coloradas que están, toma posición. Se afirma de la barra y comienza a estirar delicadamente sus pies, mientras su mano derecha dibuja abstractas figuras en el aire.
“¡Maestro por favor!”, ordena Macarena. De inmediato desde el viejo piano comienzan a salir delicadas notas de la obra El lago de los cisnes, de Tchaikovsky. Los minutos pasan lentos y en las afueras, el frenético ritmo continúa. Rodrigo- concentrado- comienza a marcar pasos al ritmo del teclado mientras su madre, lo espera sentada en la vieja banca del corredor principal.